miércoles, 20 de febrero de 2008

¿Quién es el caricaturista de Correo?


Quienes recuerdan el C.H.E.S.U!. (Coleccionable de Humor y Entretenimiento Semanal Ultrahilarante) sabrán que fue un vulgar paliativo para la juventud del fujimorismo. Era popular, chichón y con visos subte. Durante un buen tiempo, incluso, se dio el lujo de hacer humor de oposición. Mientras, Jorge Benavides nos hacía cosquillas con su humor escapista (¿el salón de clases de Gloria Helfer?). Mientras, Carlos Álvarez fujimorizaba su talento y le pegaba a la Pindonga descargando en ella su obvia misoginia.
Ese primer C.H.E.S.U!. derivó en Zoociedad ilustrada, subiendo su precio y su nivel intelectual (es un decir). Fue la época 'dorada' del cómic punkpopular. Allí estaba el humor negro escuela Robert Crumb de Álvaro Portales y el talento de Víctor Pereira, Gaston Puente de la Vega, Roger Galván y Julio Figueroa. Las secciones Mátate, Vida de Alcantarilla y Koch A tu Ma destacaban del resto. Y, claro, estaba Toño Tapia, el actual caricaturista del diario Correo.
El personaje de Tapia era y sigue siendo El Trolo, un dibujo algo falomorfo. El Trolo sólo se preocupa por conocer mujeres y sobrevivir flotando en el hueveo. Una especie de Condorito perutopista y criollón. Tiene un padre llamado Don Trololón y un hijo/sobrino llamado Trolito (con la nariz sin circuncidar). ¿A qué viene todo esto?


Pues a que Tapia jamás fue un caricaturista político. Siempre fue el lado ramplón de C.H.E.S.U.!, el tipo de los traseros inflados y los chistes copiados. Sigue siéndolo: quizá por eso sus dibujos no aparecen en la edición electrónica del diario. Hoy, gracias al guión diligente de Aldo Mariátegui, Tapia se ha convertido en su versión escrita: maniqueo, sexista, misógino y con un humor demasiado grueso para ser tragado. Se dedica a atacar -animus jocandi de por medio- a los caviares, rojos, rosados y demás fantasmas que le quitan el sueño al discurso neocon de los Agois. No escatima esfuerzos en caricaturizar la cojera de César Lévano, la estatura de César Hildebrandt o la inteligencia del 'electarado'. Incluso ha creado una tira para mofarse del hitman caviar Diego García Sayán: Las aventuras de Dieguito. Dieguito siempre sale con su bigotito, su look intelectual y su ONG Pintando pajaritos. Pero más allá de identificar a sus blancos de ataque, el problema es su sospechosa falta de humor.


El actual CHESU no conserva ninguno de sus atributos de antaño. Es un copy/paste de chistes de internet y calatas pixeleadas. Lo poco de política que trae viene de la escuela facha de Tapia, actual factótum de la publicación. Pero claro, se vende más que nunca.

Sin Ariel no hay chaca chaca

Era Sandro Venturo


Años luz luego de aquel concurso que buscaba adivinar la identidad del personaje de espaldas en el recordado afiche del 11 Encuentro Latinoamericano de Cine, se revela el misterio. No era otro que el mismísimo Sandro Venturo. La entrevista es de Urbania, pero eso es lo de menos.

Se busca


Alguna vez me pasaron esta página web para ejemplificarme el concepto de 'humor involuntario'. Ahora devuelvo el favor rotando esta columna aparecida en la publicación gratuita Urbania. Es del mismo autor. Ojalá ayude a arribar a una definición precisa. Y si el mismo Carlos Ramírez Magan lee esto, ojalá nos de una mano.

La Luna era chilena


El 25 de setiembre de 1953, Jenaro Gajardo Vera compró nuestro satélite natural en 42 mil pesos (hoy serían aproximadamente 68 euros). El abogado de 35 años publicó tres avisos en el diario oficial por si a alguien se le ocurría reclamar la luna. Como nadie respondió, la inscribió en el Conservador de Bienes Raíces de Talca, previo pago, y con la anuencia del notario César Jiménez Fuenzalida. Por supuesto, los inspectores tributarios le tocaron la puerta a pedirle un ojo de la cara sólo en impuesto predial. Jenaro los exhortó a proseguir con la normativa vigente: acudir al lugar para realizar las medidas de la propiedad y determinar así la adecuada tasación.


En 1969, el propio Nixon le solicitó -mediante la embajada gringa en Santiago- el permiso correspondiente para el alunizaje del Apolo XI.


La motivación que impulsó la compra fue sencilla: poder formar parte del Club Social de Talca, que pedía como requisito el contar con alguna propiedad.


En su testamento, Gajardo le dejó la Luna a la humanidad como patrimonio. Y nosotros peleando por un aguardiente.